LA TIMIDEZ

Artículo redactado por Psicólogos en Madrid. La timidez es la sensación de disgusto o malestar que siente un sujeto cuando se relaciona socialmente. Esta sensación de malestar no les permite disfrutar de las relaciones con otras personas.

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La intensidad de la timidez puede ser muy variable de unas personas a otras. Algunas están incómodas en reuniones con mucha gente o cuando tienen que hablar públicamente, pero salvo estas situaciones, llevan su vida con normalidad. A otras personas, el hecho de ser tímidos, les impide tener amigos, tener una relación de pareja o estar a disgusto en el trabajo. En estos casos su vida se ve muy afectada por la timidez. La situación extrema es la de los individuos que sienten un miedo terrible ante cualquier acto social, lo que les provoca una variada sintomatología como temblores, sudor, enrojecimiento facial o ataques de ansiedad. En estos casos ya no hablamos de timidez sino de fobia social.

El sujeto tímido se suele  encontrar incómodo cuando se relaciona socialmente, más aún, si se encuentra en una situación novedosa. Intentará por todos los medios posibles, evitar estas situaciones y cuando ello no es posible, procurará pasar inadvertido

El individuo tímido suele tener baja autoestima y se siente inferior respecto a los demás y esto le hace sentir miedo, al pensar que lo que haga o diga puede no ser aceptado por los demás. Para evitar este posible y temido rechazo prefiere estar callado, adoptando un comportamiento pasivo en las reuniones.

En general se considera que en la timidez existe una cierta base genética, que no determina la aparición de la timidez, pero que puede favorecerla. La timidez es una forma de conducta aprendida desde la infancia, cuya aparición puede verse favorecida por los factores genéticos.

No debemos confundir a una persona introvertida con una persona tímida, pues hay diferencias importantes: Las personas introvertidas no suelen participar en actos sociales, no por falta de destreza para relacionarse, sino más bien, porque prefiere moverse en ambientes y grupos más cercanos y poco numerosos. El introvertido suele estar volcado hacia su mundo interior, prestando con frecuencia poca atención al exterior que le rodea. El relacionarse poco con los demás es para ellos una opción libre, que no está condicionada por sentimientos de inferioridad, y que por supuesto no  afecta su salud mental. Por el contrario, el sujeto tímido no se relaciona por miedo. Le gustaría tener mayor vida social, pero sus sentimientos de inferioridad se lo impiden. Esto les provoca ansiedad, que en casos extremos puede llegar a ser patológica (fobia social) e interferir gravemente en sus actividades diarias. El introvertido elige voluntariamente aislarse. El tímido, aunque quiere, es incapaz de relacionarse.

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La timidez no es una enfermedad, es un estado anímico que condiciona las relaciones interpersonales. Este estado anímico, aprendido y condicionado por factores sociales puede superarse, dejando atrás la ansiedad que produce, y facilitando una vida social más plena.

Para superar la timidez, se pueden emplear técnicas muy variadas como la mejora de la autoestima, el control de la ansiedad y de las emociones, el desarrollo y mejora de habilidades sociales.  Todas estas técnicas tienen como fin aumentar la seguridad y confianza  del sujeto en sí mismo, así como proporcionarle pautas de comportamiento para actuar en sociedad sin sentirse angustiado. Es muy conveniente, que cuando alguien acude a un profesional buscando ayuda para superar su timidez, sea consciente de que debe ser realista. La psicoterapia no hace milagros. Se busca que el sujeto pueda llevar una vida social lo más normal posible, no que acabe convertido en un ídolo de muchedumbres. Para que se pueda superar la timidez el individuo debe ser constante y paciente, tener determinación para afrontar sus miedos, tener una fuerte motivación y el convencimiento de que puede lograr su objetivo. Creo que quien padece la timidez, sufre y ve su vida condicionada, debería acudir a alguno de los psicólogos de Madrid o de su ciudad para buscar una solución que tiene al alcance de su mano: sólo tiene  que proponérselo.

Otro artículo interesante que debes leer es el nuestro sobre la infidelidad, esperamos que te guste.

 

La infidelidad en la pareja

Cuando una pareja se casa o se une sentimentalmente, se supone que van a ser fieles el uno al otro durante toda su vida. Pero a veces, caer en la tentación de buscar una experiencia sexual fuera de la pareja, se convierte en un deseo irresistible.

La idea de fidelidad está muy arraigada en nuestra sociedad, sobre todo en cuanto a relaciones sexuales se refiere. Damos por hecho que nuestra pareja nunca va mantener relaciones sexuales con otra persona. De hecho durante la ceremonia de boda los cónyuges se prometen fidelidad eterna. La mayor parte de las parejas tienen la sana intención de ser fieles en su relación de pareja, pero está claro, que estas buenas intenciones fracasan muy a menudo, y tener una aventura, hoy en día, es algo que ha dejado de ser noticia en nuestra sociedad. No hay datos estadísticos sobre infidelidad pues la gente prefiere mantener en secreto sus amoríos. Aunque los jóvenes de ahora se educan con una mayor permisividad sexual, no podemos afirmar categóricamente que sus aventuras extraconyugales sean más frecuentes que hace 30 años. Pero aunque no tengamos el dato estadístico, la mayoría de nosotros conoce a alguien que tiene una aventura amorosa.

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Fantasías de infidelidad.-

Decir que una pareja fracasa o se rompe por  ser un matrimonio desgraciado es una afirmación demasiado simplista. En una pareja pueden aparecer problemas, como ser incapaces de comunicarse, cómo haber convertido su matrimonio en una rutina o haber dejado de disfrutar del sexo, pero a pesar ello, no buscan una aventura amorosa. Pueden fantasear con esa posibilidad, pero ninguno de los dos, da un paso decidido para llevar sus fantasías a la práctica. Esto puede ser debido a su sentido de lealtad hacia su compañero, o a que simplemente no se den las circunstancias apropiadas para llevar a cabo sus deseos ocultos.

No basta con querer ser infiel. Además hace falta un cómplice y una ocasión propicia.

La oportunidad esperada.-

Los momentos más propicios para que se produzca una aventura sexual aparecen cuando la relación de pareja está deteriorada o viviendo una situación estresante: Cuando están separados geográficamente durante bastante tiempo, cuando hay preocupaciones económicas, laborales o de otro tipo que crean conflictos en la pareja. También puede aparecer esa oportunidad para ser infiel, cuando uno de los miembros no tiene una vida sexual satisfactoria. En todos estos casos una aventura extramatrimonial es una forma muy frecuente de escapar de la realidad y dar vida a esas fantasías latentes.

Puede que el aburrimiento y la rutina hayan ido socavando la relación hasta acercarla peligrosamente a la ruptura. El hecho de vivir juntos, día tras día, en la seguridad y comodidad del hogar, no conduce necesariamente a hacer del matrimonio algo ameno o divertido. Uno puede estar harto de realizar tareas domésticas rutinarias como lavar los platos o cuidar a todas horas del bebé. Sí además la vida sexual se ha vuelto algo mecánico y poco satisfactorio, el deseo de conocer una persona nueva e interesante puede ser irresistible. Para la mujer que está encerrada en casa con sus tareas domésticas, la mecha que enciende la llama de la infidelidad pueden ser la soledad y el aburrimiento. Para la mujer casada que trabaja fuera de casa no es infrecuente encontrar una aventura entre sus amigos o compañeros de trabajo masculinos. Empieza por irse a comer o a tomar una copa después del trabajo, allí puede hablar con otro hombre de temas distintos de los niños o las tareas del hogar. Puede engañarse a sí misma diciendo: “Sólo es un amigo”, pero con el tiempo es fácil que la relación se convierta en algo más importante.

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Para el hombre ligar con una chica guapa hace que se sienta todavía joven y atractivo. Lo mismo puede ocurrirle a una mujer casada, al sentirse deseada y saber que todavía puede atraer a un hombre. Es bastante común,  que tanto los hombres como mujeres, piensen que estas aventurillas no afectan a su matrimonio ni a los sentimientos hacia su pareja. Si en algún momento su “lío amoroso” es descubierto, probablemente dirán que no era nada importante, sólo un encuentro casual, una aventurilla sin importancia que no se volverá a repetir. En cualquier caso, saber que tu pareja te ha sido infiel puede minar los cimientos de la relación y destruir la confianza mutua

Consecuencias de la infidelidad.-

Si la aventura no es descubierta, puede hacer creer, sin ninguna lógica, al esposo infiel que su matrimonio sigue intacto. Algunos amantes se sienten mucho mejor, están enamorados de nuevo, el mundo les sonríe, están relajados y sienten un mayor bienestar. A veces, es posible que esta vitalidad renovada fortalezca la vida sexual matrimonial que estaba deteriorada, pero lo más frecuente es que surjan comparaciones entre cónyuge y amante. Algunos hombres tienen que imaginar que están con sus amantes para conseguir una erección y poder tener relaciones sexuales con su esposa. Algunas mujeres ya no desean sexo con su marido, cuando tienen un amante, y acaban por rechazar al esposo. Hay hombres que pueden derrochar el dinero con una amante, poniendo a su familia en dificultades económicas. Al final aparecen discusiones por cualquier cosa y se crea un tremendo abismo en la pareja.

Cómo termina una aventura.

Los efectos de “una aventurilla” sobre la pareja varían mucho según los motivos que originaron la infidelidad y las razones reales que acabaron con ella. A veces las relaciones extramatrimoniales se debilitan porque son demasiado difíciles mantener ocultas. Una doble vida puede suponer una pesada carga emocional y económica, que acaba con la aventura amorosa, sobre todo cuando el grado de compromiso inicial era bastante limitado. También puede ocurrir que uno de los dos, que se toma la relación más en serio, decida romper, al darse cuenta de que el otro solamente busca pasar el rato.

Muchas aventuras terminan porque el adúltero lo confiesa: el adulterio era, en realidad, una llamada de atención para obligar al cónyuge a prestar más atención al matrimonio. En estos casos la relación matrimonial recibe un duro golpe, pero, paradójicamente, puede mejorar la  comunicación entre los esposos y poner las cosas en claro. El éxito en esta tarea requiere tolerancia y mucha indulgencia por ambas partes.

Cuando el motivo de iniciar una relación adúltera era una vida sexual poco  satisfactoria, es muy poco probable que mejore al descubrirse la infidelidad. Es probable que el engañado tenga un sentimiento de inferioridad que bloquee la relación. En estos casos si la pareja desea salvar su relación es recomendable buscar la ayuda de un psicólogo o de un consejero matrimonial.

El final de una aventura suele provocar una enorme insatisfacción, tanto para el matrimonio que se ha roto, como para la tercera persona. Esta puede sentirse tan traicionada como el cónyuge engañado, sobre todo si tenía esperanzas de que el amante abandonara el hogar y la familia para iniciar una nueva vida. Si los amantes compartían el mismo trabajo, probablemente uno de los dos tendrá que cambiar de oficio, si vivían en una ciudad pequeña la convivencia no será fácil y tendrán que pensar en cambiar de domicilio.

¿Se puede recomponer el matrimonio?

Una aventura amorosa hiere los sentimientos y lesiona la autoestima del cónyuge, dañando seriamente la confianza y la raíz misma de la relación matrimonial. También hiere el orgullo: “Todo el mundo lo sabía, menos yo” puede decir el engañado y sentirse objeto de burla de todos los que le rodean.

Para poder reconstruir el matrimonio lo más importante es saber que la aventura ha terminado, pues de lo contrario, es absurdo continuar el matrimonio.  Si la aventura ha concluido definitivamente, los cónyuges deben sentir si aún queda algo de amor entre ellos. Si el que ha tenido la aventura, ha permanecido al lado de su cónyuge, en lugar de marcharse, e intenta que el matrimonio funcione de nuevo, es una prueba evidente de su interés por recomponer la relación. Seguro que no será fácil lograrlo, pero se puede conseguir.

En otras ocasiones las aventuras destrozan una pareja. Alguno de los dos resulta tan herido, al conocer la infidelidad, que no puede siquiera plantearse la posibilidad de reconstruir el matrimonio. El dolor se convierte en odio y el inevitable final es la separación o el divorcio.